La agricultura ha tenido históricamente un impacto ambiental significativo. La necesidad de talar bosques para obtener terrenos cultivables, la construcción de embalses para el riego y la canalización de ríos son prácticas comunes en la agricultura convencional que han multiplicado los impactos negativos en el medio ambiente. La destrucción y salinización del suelo, la contaminación por plaguicidas y fertilizantes, así como la deforestación y pérdida de biodiversidad genética, son problemas de gran relevancia que deben abordarse de manera urgente.
Numerosos estudios concluyen que si continuamos con el enfoque convencional, las consecuencias para el planeta a mediano y largo plazo serán irreversibles. En este sentido, la agricultura orgánica tiene como objetivo principal promover la sostenibilidad medioambiental al proteger los suelos, el agua, el aire, la biodiversidad, la energía y el paisaje.
Para comprender mejor este enfoque, es fundamental analizar las técnicas implementadas en la agricultura orgánica y los beneficios que aportan al medio ambiente:
- Suelos: La agricultura orgánica se centra en prácticas de enriquecimiento del suelo, tales como:
- Rotación de cultivos: Alternar diferentes cultivos en una misma zona a lo largo del tiempo.
- Cultivos mixtos: Sembrar varias especies juntas para promover su desarrollo conjunto.
- Asociaciones simbióticas: Fomentar interacciones beneficiosas entre diferentes especies vegetales y animales.
- Cultivos de cobertura: Plantar cultivos después de la cosecha para proteger el suelo de la erosión y enriquecerlo con nutrientes.
- Uso de fertilizantes orgánicos: Empleo de fertilizantes cuyos nutrientes provienen de fuentes orgánicas, ya sea animal o vegetal.
- Labranza mínima: Realizar el menor número de labores en el suelo para lograr una buena germinación y desarrollo de las plantas.
Estas técnicas favorecen la formación y estructura del suelo, mejoran la circulación de nutrientes y energía, y potencian la capacidad de retención de nutrientes y agua. Además, contribuyen a combatir la erosión al reducir el tiempo en que el suelo queda expuesto.
- Agua: La agricultura convencional suele ocasionar una grave contaminación de las corrientes de agua subterránea debido al uso de fertilizantes y plaguicidas sintéticos. En contraste, la agricultura orgánica implementa técnicas como:
- Sustitución de químicos sintéticos por compost, estiércol animal y abono verde.
- Fomento de la biodiversidad, tanto en los cultivos como en la vegetación circundante.
Estas prácticas mejoran la estructura del suelo y la filtración del agua, reduciendo el riesgo de contaminación de las aguas subterráneas.
- Aire: La agricultura orgánica contribuye a la reducción del consumo de energía no renovable al disminuir la necesidad de sustancias agroquímicas, cuya producción requiere grandes cantidades de combustibles fósiles. Las técnicas utilizadas incluyen:
- Labranza mínima.
- Devolución de los residuos de las cosechas al suelo.
- Uso de cubiertas vegetales.
- Rotación de cultivos.
- Integración de leguminosas para la fijación de nitrógeno.
Estas prácticas tienen beneficios como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el aumento de la devolución de carbono al suelo, lo cual mejora la productividad y favorece el almacenamiento de carbono.
- Biodiversidad: Los agricultores orgánicos desempeñan un papel fundamental como guardianes de la biodiversidad, utilizando semillas y variedades tradicionales adaptadas a su entorno. Implementan las siguientes técnicas:
- Preferencia por semillas y variedades tradicionales y adaptadas.
- Uso de combinaciones de plantas y animales para optimizar los ciclos de nutrientes y energía.
- Mantenimiento de zonas naturales alrededor de los campos de cultivo y evitar el uso de productos químicos, lo cual favorece la presencia de flora y fauna silvestres.
Estas prácticas promueven la conservación y mejora de la biodiversidad, brindando hábitats adecuados para especies de flora, fauna y organismos benéficos como aves, polinizadores y depredadores de plagas.
Además, la agricultura orgánica se basa en la precaución en relación con los organismos modificados genéticamente (OMG), prefiriendo fomentar la biodiversidad natural. La etiqueta orgánica garantiza que no se hayan utilizado intencionalmente OMG en la producción y elaboración de los productos orgánicos.
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Paisaje: La agricultura orgánica genera una diversidad de paisajes que contribuyen a la funcionalidad ecológica y a los valores estéticos. Al incluir hábitats seminaturales y evitar el uso de plaguicidas, se fomenta la conectividad biológica y se favorece tanto a la agricultura como a la conservación de la naturaleza.
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Energía: La agricultura orgánica se destaca por su eficiencia energética, ya que consume menos energía directa e indirecta (combustibles, fertilizantes y plaguicidas sintéticos) en comparación con la agricultura convencional. Esto se logra gracias a prácticas como la labranza mínima y el uso eficiente de recursos en las granjas orgánicas.
En resumen, la agricultura orgánica busca promover condiciones ambientales favorables a través de prácticas sostenibles. Contrarresta el agotamiento de los recursos naturales, contribuye positivamente a los desafíos relacionados con el cambio climático y la desertificación, y puede desempeñar un papel importante en la conservación y mejora de la biodiversidad a nivel global.
Es crucial adoptar enfoques agroecológicos integrales para revertir o mitigar el impacto negativo de la agricultura en el medio ambiente. El desarrollo económico y el progreso agrícola no deben ser opuestos al desarrollo de una agricultura sustentable, sino que deben ir de la mano en armonía con la preservación de nuestro planeta y el bienestar de las generaciones futuras.